mujeres participan en un curso de soldadura promovido por la Diputación
y Sartu con el objetivo de encontrar una salida laboral estable.
recogido, se enfrentan desde hace unas semanas al noble oficio de
trabajar el metal. Y lo hacen convencidas de que tras 270 horas de
teoría y práctica, su vida laboral puede dar el giro, el cambio que
desean con ahínco. Las nueve mujeres, que aseguran formar ‘un equipo de
Champions’, son alumnas del curso de soldadura promovido por Sartu
-servicio de intermediación laboral- y subvencionado por la Diputación
alavesa, y en el que participan también cuatro hombres.
«Estamos dispuestas a demostrar que lo podemos hacer igual o mejor que
ellos, y que podemos competir en un sector por tradición masculino»,
coinciden en subrayar al unísono. Un lema que han elevado a máxima en
su día a día en el taller del polígono de Uritiasolo donde aprenden las
técnicas de los diferentes tipos de soldadura. «Es un trabajo muy
delicado, en el que vale más la maña que la fuerza», explica Monika
Calvo, que ha conocido los vaivenes de la hostelería y espera encontrar
«por fin» la estabilidad laboral.
Objetivo idéntico al del
resto de las compañeras, cuyas edades van desde los 19 hasta los 37
años. Para la gran mayoría, coger una pistola para ensamblar piezas de
metal era quizá una imagen que no circulaba por su cabeza «ni en
sueños». Ahora todo es distinto. Pasan las horas en las cabinas donde
fusionan piezas en espesores, sueldan chapas y se hacen con el
instrumental y las máquinas. «Si echas un vistazo a los anuncios, ves
que lo que más reclaman las empresas son soldadores y es una
oportunidad que tenemos que aprovechar», comenta Inma Santamaría.
Para Itsaso Ortega el curso supone seguir con su formación, ya que
estudió un módulo mecanizado de industria. «Era la única chica de la
clase», explica entre sonrisas. Al igual que Marcela Vera, a quien
siempre le había llamado la atención este sector. «Seis años en la
hostelería dan para mucho y estaba harta», recuerda.
Llegar a los empresarios
Todas
siguen atentas las explicaciones de Peri, el profesor. «Asisten a las
clases con curiosidad, ya que para la mayoría es un mundo nuevo.
Facilitan mucho mi tarea porque tienen ganas de aprender. Son
detallistas y cuidadosas con el acabado de las piezas», relata, a la
vez que confiesa que no existen distinciones entre alumnos y alumnas.
El
monitor reconoce que es un mundo con salida laboral, pero en el que las
mujeres «encuentran más dificultades». «Hay empresarios reticentes a
contratar soldadoras. Es más fácil que apuesten por ellas las grandes
compañías que los pequeños talleres», afirma. Un reto que las nueve
mujeres están decididas a asumir para romper una norma no escrita.
«Queremos sensibilizar a los empresarios para que contraten mujeres.
Nuestra capacitación es la misma que la de los hombres», resume Débora
Fabregat. «Si no nos quieren coger, que no busquen excusas como la de
que deben hacer mucha inversión en el taller al tener que adecuar los
vestuarios», añade.
Las alumnas han recibido el apoyo de
familiares, parejas y amigos tras emprender la aventura del metal. Sólo
queda el remate final. Son optimistas en cuanto al futuro inmediato.
«¿Por qué no vamos a trabajar en la mejor fábrica de Júndiz, en
Mercedes o en Gamesa?», se preguntan. «No nos arrepentimos de esta
decisión, incluso estamos pensando en hacer el curso de fontanería
cuando acabemos éste», bromean.
LOS DATOS Curso: Organizado por Sartu y subvencionado por la Diputación. Es el segundo de estas características.
Participantes: 9 mujeres y 4 hombres. En la inscripción se daba prioridad a la presencia femenina.
Clases: Teoría y práctica.
Duración: Comenzó el 25 de septiembre y finaliza el 30 de noviembre. Son 270 horas.
BEATRIZ LÓPEZ/VITORIA
Publicado en El Correo